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martes, 23 de marzo de 2010

Es la anomia, bobos.

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Intenten graficarse esta situación mientras se las relato:

Canal de noticias marplatense (el que usted guste), en pleno mediodía, vuelve de la pausa comercial al ritmo de esas típicas canciones de noticiero —pedorras, con mucho viento de metal con melodías horribles— y en un fade out del audio le da entrada al locutor que anuncia una terrible tragedia en la facultad de derecho.

El locutor comienza a relatar que a las 18:30 horas aproximadamente del día de ayer y luego de que uno de los ascensores reportara una falla que motivó el timbre de alarma interna de uno de los cubículos, finalmente se desprendió de su carril y haciendo honor a la gravedad se dirigió a varios kilómetros por hora hacia el suelo, provocando 6 heridos graves y una muerte. (Imaginemos una sola).

A la salida, los alumnos enojados manifestando frente a las cámaras y al micrófono que es una vergüenza que se no se controlen a los ascensores, y que no se invierta en su reparación. Otra señora anonadada manifiesta que una vez ella tocó el quinto, y el ascensor frenó en el cuarto. Atolondrado por un alud de furia, otro alumno manifiesta que es una tragedia evitable si las autoridades —imaginemos que tira algún nombre— hubiesen estado al tanto del estado del ascensor y lo hubiesen arreglado. De atrás, y con un chaleco rojo sangre muy chillón, se impone un alumno que ya se mostraba con ganas de participar y casi de tomar el micrófono a propia mano, y cuando finalmente logra darse con la palabra, dice enojadísimo que "es una verguenza, que no se controla nada, que es siempre lo mismo".

De fondo, los [que hacen las veces de] peritos miran la escena y no comprenden qué pudo haber pasado.

Pero eso no importa. En ese momento, todos son expertos en ascensores y todos son expertos en derecho penal ascensoril. Creen saber qué pasó, por qué pasó, y culpa de quién (que es siempre otro, claro).





Ahora imaginen esta otra situación:

18:30 de la tarde, horario complejo en la facultad. El edificio tiene ocho pisos, con un promedio de cuatro aulas cada uno, generando que ir a los pisos quinto a octavo sea un esfuerzo a veces cansador; máxime si es tarde y uno carga el stress del día. El horario es complejo puesto que están todos, y todos tienen que cursar en todas las aulas. Todos tienen que ir a algún lado.

Frente a los dos ascensores siempre hay, imaginemos, 15 personas promedio. Es casi un dato de rigor científico que esperar un ascensor es incómodo; uno comienza a apretar una y otra vez el botón creyendo que la computadora que dirige esos aparatos de transporte no tomó nota de nuestro pedido. Por eso, clic clic clic. Lo llamamos una y otra vez.

Todos se arrinconan cerquita de la puerta; no aceptan que están formando una fila, pero esa idea se imponen sutilmente. Existe, en forma tácita, una suerte de prior in tempore potior in ascensore, donde no siempre cuentan aquellas personas a las cuales el ascensor les resulta la conditio sine qua non del acceso a su clase.

Claro que cuando el ascensor llega es el milagro que se hace materialidad, es Dios que ilumina con su gloria divina. Las puertas se abren a la par de que el display anuncia "PB" y dos ejércitos antagónicos, plenamente enfrentados y en simétrica pero opuesta disposición se lanzan a su carrera: los que iban en el ascensor quieren salir, pero curiosamente las tropas que estaban esperando en la puerta por la llegada de tan mágico medio de transporte se avalanzan por entrar. Una mini guerra, de una sola batalla. No hay golpes, sólo búsqueda de huecos. Yo te dejo pasar, pero por acá me mando para adentro. Yo te espero a que salgas, pero mientras meto el piecito en el aparato para guardar mi lugar.

Y así se da un típico ingreso al ascensor ya vacío: todos se insertan anárquica y apresuradamente conforme el orden de llegada. Tal vez alguna [rara] excepción implica que alguien mire a su deredor para ver si hay alguien mayor, lesionado, con capacidades diferentes, o quién sabe qué circunstancia que consideren pueda ser más digno de subirse. Por lo general no ocurre y más de una vez personas discapacitadas o edad avanzada quedadan resagadas frente a los que llegaron "pri" y respecto de los cuales podría predicarse un estado físico suficiente para enfrentar la escalera, pero bueno. Llegó el ascensor; se abre la puerta...¡Todos a bordo!.

Imaginemos que allí —en el ascensor, debajo del cartel que dice "CAPACIDAD MÁXIMA 5 PERSONAS"— comienzan a subir todos los que entren. Todos los que se puedan caber. Recién en cierto punto se da el siguiente diálogo:

—¿Entro? —dice uno vestido de chaleco rojo sangre, y que se quedó afuera sin poder entrar por poquito, mientras mira a 6 o 7 (o a veces más) afortunados aparruchados en el cubículo de la felicidad mobiliaria.
—¿Uhmmm a ver? —dice uno que siempre se erige como el líder espiritual del grupo de los que "lograron entrar" (por lo general está al lado del tablero)
— Me parece que si, probá —alega uno en el fondo, bien en el fondo, con la tranquilidad de que su victoria está asegurada.

Allí mismo el que curiosamente quiere ver "si entra" pisa suavemente el ascensor y todos, absolutamente todos en el mismo lugar donde se impone aquella obra de arte hecha en Times New Roman con mayúsculas y subrayado, me refiero al cartel "CAPACIDAD MÁXIMA 5 PERSONAS", allí mismo todos miran el mágico mundo de colores del tablero, donde se analiza el peso que está soportando en ese instante el aparato, y cuyas tonalidades van del verde "todo bien", el amarillo "epa epa" y el rojo "todo mal" (o en su variante rojo "el último está gordito y la capacidad está recontra excedida").

Claro, que lejos de ser cinco personas, a ese punto ya hay como 7 u 8. Sin embargo, si al subir este último pasajero la luz se mantiene amarilla, se escucharán algunas risas y algún "—¡ja ja justito!". Las puertas se cerrarán y los siete —ahora ocho, incluyendo al del chaleco rojo sangre— se van chochos para los pisos superiores a cursar sus materias mientras el cartel de "CAPACIDAD MÁXIMA 5 PERSONAS" queda escondido detrás del cráneo de aquél que quedó sobre el fondo del cubículo.

Los que quedaron afuera, esperarán al siguiente ascensor para repetir la misma postal; una y otra vez.

* *

Son dos relatos, bien distintos. Por ahora, sólo uno es ficticio y el otro es postal de todos los días.

7 comentarios:

Agustín dijo...

as originally seen on "obiter dicta" :)

L! dijo...

Hace ya mucho tiempo escribí unas "Pequeñas instrucciones para el uso del ascensor" en
http://ysinofueraasi.blogspot.com/2005/04/pequeas-instrucciones-para-el-buen-uso.html

Todavía hoy me muerdo la lengua para no decirles a los que entran y se quedan estacionados en la entrada para ver que botón deben apretar, que pasen, que no se hagan problema, que van a tener tiempo de apretar el botón correspondiente al piso al que van, que el tiempo que ellos se toman multiplicado por los miles y miles que hacen lo mismo, arrojan sumas exhorbitantes de tiempo desperdiciado.
Saludos,

Anónimo dijo...

excelente el relato de la segunda situación. nosé cómo llegué a este blog pero lo agradezco. por un momento me sentí adentro del ascensor. deberías escribir cuentos, los consumiría con mucho gusto.

natalia_paperblog dijo...

Hola Tomás,

Buenos días. Soy Natalia, Responsable de Comunicación de Paperblog. Quisiera disculparme por dejarte un comentario así, pero no he encontrado otra manera de contactarte. Tras haber descubierto "Quiero ser abogado", me pongo en contacto contigo para invitarte a conocer el proyecto Paperblog, http://es.paperblog.com, un nuevo servicio de periodismo ciudadano. Paperblog es una plataforma digital de difusión cuya misión es identificar y dar a conocer los mejores artículos de los blogs inscritos, que sino, se diluyen entre la masa de información antes de llegar a los oportunos lectores.

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Un cordial saludo y feliz fin de semana,
Natalia natalia @ paperblog.com
Responsable Comunicación Paperblog

Anónimo dijo...

No es un post repetido ???

Anónimo dijo...

la ley de gravedad? de arriba para abajo? pero estás loco nene : si el ascensor se "cae" va a caer sólo un piso hacia abajo, el que marcaron más proximo de abajo, para eso tiene un tablero. para mí que la gente que se subió estaban todos endrogados, y fue todo imaginación, porque saben que Dios" , el de arriba, los va a castigar...(por pecadores, por eso les pasó)

veronica dijo...

Ahhh... por favor! que descripción tan perfecta!
Mis hijos me preguntan: por qué volvés tan cansada de la facultad?
Ahora les he leido la guerra del ascensor y entendieron un poco más...
Gracias!!!!

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