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miércoles, 21 de julio de 2010

El diseño importa

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En la época en la que imperaban las máquinas de escribir, ya sean de las más viejas y rústicas hasta las más modernas y automáticas, el diseño de los escritos judiciales estaba muy limitado por una nula oferta tipográfica, poca disponibilidad de los elementos más básicos del diseño y del paratexto, entre otras barreras.

Con la llegada de la PC las cosas obviamente cambiaron, y los primeros “editores de texto” empezaron a dar ofertas tipográficas más amplias (al menos un puñado de tipografías con serif y otras tantas sin serifs) y disponibilidad (y facilidad) en la determinación de márgenes, sangrías, formas de impresión, la posibilidad de borrar, corregir y reescribir sin problemas, entre otras cosas.

En la actualidad, los editores de texto, todos ellos del tipo what you see is what you get (salvo edición en LaTeX, del cual ya hablamos acá) permiten literalmente hacer lo que uno quiera con la presentación de los textos previo a su impresión definitiva, pudiéndose hacer tanto en forma manual como a través de los siempre presentes templates. Sin embargo esas posibilidades no se aprovechan y mucho menos en el ejercicio de la abogacía. La mayoría de los escritos abogadiles adolecen de vicios de diseño tan graves que llegan a afectar el modo en que el lector consume el texto y algunos otros, directamente, son un atentado a los sentidos.

Las causas son varias. En primer lugar, muchos no se representan en forma completa los elementos de la comunicación, centrándose exclusivamente en el texto (mensaje; el qué digo) dejando de lado el modo en que ese contenido es presentado a la otra parte para que lo lea e interprete (el diseño, el cómo lo digo). En segundo lugar, sacarle jugo a un editor de texto lleva su tiempo y no siempre se tiene la paciencia para ello.

La idea básica es que el diseño importa: el diseño complementa y hace al contenido.

Presentar un escrito de forma correcta ayuda a quien lo lee, y transmite mucho más que el mensaje literal. Transmite el humor de quien lo escribió (emisor, letrado), transmite la seriedad y responsabilidad con que fue escrito; transmite el empeño que tuvo en el letrado en ayudar con la administración de justicia, haciendo más inteligible aquellos planteos que merecen una actividad de comprensión diferenciada (por ejemplo, cuadros bien hechos en una liquidación de rubros de daños peticionados, con tasas peticionadas, totales, etcétera), transmite la intención efectiva de que se comprenda lo que se expone; puede hacer llevadera su lectura o bien puede endurecerla motivando revisar párrafos para intentar comprender dónde comienza un planteo, y termina otro; el diseño puede ayudar a encontrar rápidamente una porción del texto en especial, o bien complicar tal búsqueda, entre otras muchas consecuencias.

Ojaldre con lo siguiente: lo que planteamos no son cosas que lleven tiempo ni que atenten con la celeridad que tienen que tener algunos profesionales en la redacción de los escritos (muchas veces imputable a causas que le son ajenas). Son cosas de dos o tres clics y algo de buen gusto.


Corrigiendo algunos vicios. Tres ejemplos.

I. - El abogado gritón.

El abogado gritón es el que utiliza el énfasis como eje central de su esquema discursivo. Utilliza abusiva y erradamente recursos tipográficos modificando no tanto el contenido de lo que dice, sino la forma en que —a criterio del lector— ese mensaje es expresado.

El abogado gritón lo que dice, lo dice mayoritariamente en mayúsculas, las cuales —salvo que se trate del nombre de una empresa, o siglas de alguna institución o casos análogos— no corresponde utilizar más que en los casos que las reglas ortográficas más básicas nos enseñan: al comenzar la oración, la primera letra de un nombre propio, el título de alguna sección o del escrito, etcétera.

Lo mismo con la negrita y el subrayado. Su uso como énfasis en alguna sección especial del texto (o palabra individual) debe ser prudente para no generar que todo lo que se dice sea enfatizado. En tal caso el lector pensará internamente “bueno sí, a este tipo evidentemente le interesa resaltar todo”. Más aun, la función de la negrita y el subrayado sirve a los fines de que una vez leído el texto, se pueda pasar las hojas rápidamente y encontrar un tema particular, buscando aquellas palabras que se diferencian del resto por su especial resalto. Esta función se pierde si toda la hoja es un mar de letras negras y subrayadas.

Mejor en ejemplos gráficos utilizando un fragmento imaginario.

El abogado gritón gusta de estas cosas:


Cuando parece suficiente esto:


En el último caso, nuestro planteo imaginario se expone sin mayores sobresaltos. La idea es manifestada y se comprende perfectamente qué se pretende y cuáles son las razones. En el primer ejemplo, el abogado utiliza excesivamente las mayúsculas (que actualmente equivalen no sólo en el ámbito web sino también en la propia literatura, a un grito o voz alta que exclama), y cuando quiere acentuar aún más una palabra, agrega negritas, y cuando aun no contento con insistir tanto (a esta altura el abogado grita y enfatiza algunas palabras) pone el subrayado en algunas otras. O sea, no sólo quien lee recibe el mensaje (confuso de leer, y más difícil de comprender) sino que da la sensación de que viene de alguien que en esa parte del relato perdió sus cabales y está alocado pidiendo fuera de control que la agregación de documental sea rechazada.

Estas cosas, en mi opinión, no suman. Restan bocha.


II. - Copypasteo compulsivo criterio-less.

La informática y las bases de datos, tanto oficiales como privadas, hicieron de la búsqueda de jurisprudencia algo relativamente sencillo. Los jueces y los “judiciales” (como los llama insistente y casi peyorativamente el amigo Bovino) saben que los abogados tienen acceso rápido y sencillo a los fallos que se supone sustentan aquello que están planteando.

Eso ha generado, en muchos casos, la aparición de los citólogos compulsivos, que son aquellos que abusan del duo control+c control+v y copian y pegan pilones de fallos para dar suporte a una idea que en el fondo puede ser sencilla. Más aun, estan aquellos que no sólo pegan textos de fallos en exceso, sino también aquellos que ni siquiera se toman el atrevimiento de “limpiar” el formato del texto a los fines de hacerlo compatible con el escrito que están armando.

Veamos un ejemplo con el mismo planteo imaginario:

En este caso la jurisprudencia es copiada y pegada con el formato que le brinda la página de la cual fue extraída; con su tipografía, interlineado, y códigos propios. En el caso, usé la base de datos de la Suprema bonaerense, donde tiene los códigos de los tribunales de origen, los votos más actuales donde el fragmento fue utilizado, entre otros datos de interés. Nuestro abogado ficticio nada cambió: copió y pegó. Rompió el esquema del escrito en cuanto a su diseño y nada hizo para dar siquiera cierta relevancia a la cita en la que se supone el máximo tribunal provincial le da la razón.

Si se pone un poco de empeño, se puede mejorar:



Acá se hicieron varias cosas. Primero se dio formato al fragmento, con la misma tipografía, interlineado, espaciado, y demás variables, tal como el resto del escrito (truco: copiar el texto de la web, pegarlo en un "bloc de notas", y de allí copiarlo nuevamente y pegarlo en el editor de texto, en el cual ya tendrá un formato limpio). Además, se utilizaron márgenes para que el cuerpo central del texto se diferencie de la cita y —como consecuencia de ello— quede resaltada. Se cambió la nomenclatura de la base de datos por una cita más prolija. Se cambió la forma en que los votos son citados por la fórmula “véase en igual sentido” para mostrar votos más antiguos donde la misma idea fue utilizada. Además el abogado utilizó un párrafo introductorio de la cita, para que quien lea sepa que la misma no es ociosa ni caprichosa, sino que la utiliza y la aprehende como parte de su argumentación (la jurisprudencia en nuestro sistema, en la mayoría de los casos, es argumento de autoridad); también le dio al nombre del tribunal un formato de Small Caps, para distinguirlo a la vista y que quede más coqueto.

En fin, el resultado, me da la sensación, es mucho más prolijo.

III.- Uso de tablas.

La utilización de tablas y esquemas no está prohibida, no obstante muchos profesionales son aversos a su utilización.

Un típico modelo de demanda de daños y perjuicios sacado de internet nos ofrece esto:

(Dejemos de lado los errores teóricos imputables a los rubros que allí se mencionan)

No parece mal, pero esos puntos y referencias se pueden mejorar muy fácilmente agregando una tabla.



La misma data, pero presentada de una manera algo más clara y prudente. No lleva más que segundos hacerlo. Y esto es más que útil en liquidaciones en la etapa de ejecución de la sentencia, o reclamos que involucran cuestiones contables algo más complejas (rendiciones de cuentas, reclamos de expensas, reclamos de cuotas diferenciadas de una única causa, etcétera).

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En definitiva, son pequeñas cosas que ayudan a un mensaje más claro. La prolijidad y la atención en el diseño también son aspectos que hacen al buen profesional. La idea un poco es esa.



Links:
  • En ésta entrada hablamos de cómo presentar escritos en la justicia, analizando los acuerdos de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires.
  • En ésta entrada, los colegas de "Todo sobre la Corte", analizan la acordada 4/2007 de la CSJN y algunos detalles sobre el tema.
  • Ésta es una gran página de tipografías.
  • Ésta es otra, pero tipografías pensadas para abogados.

jueves, 8 de julio de 2010

La unión civil.