
Consecuencia de ello, sacamos la v2.0 de nuestro F.A.Q. (a.k.a. preguntas frecuentes) dirigido a futuros estudiantes de derecho, personas que piensan que tal vez estudien derecho, personas que ya están estudiando las primeras materias, etc. La primera versión se puede ver acá.
Como siempre, el disclaimer: el lector deberá ser advertido de que las respuestas que aquí doy no pretenden ser máximas universales aplicables a todo supuesto. Por el contrario, son antes que respuestas, meras opiniones; siempre abiertas a refutaciones o comentarios.
Veamos:
1) ¿Qué tengo que estudiar para ser abogado?
Esta pregunta es, si se quiere, la más naif de todas. Pero —sorpréndanse, sí— es la que más se hacen los que aun no están estudiando derecho (google no miente).
¿Qué hay que estudiar para ser abogado? Bueno, la respuesta es simple: hay que estudiar derecho (o leyes, es lo mismo). Finalizada la escuela, hay que ir a una Universidad (hacer el ingreso, si tiene) y anotarse en la carrera de Abogacía, perteneciente, generalmente, a la facultad de derecho y ciencias sociales, o nombres análogos.
En otros países es similar: escuela de leyes, licenciatura en derecho, etc. No todos dan el mismo título y a veces la práctica de la profesión (abogado) necesita de una matriculación, o de un examen, o de otros estudios, etc. Invito a personas de otros países a comentar cómo es —si es que lo conocen.
Acá en Argentina es bien simple: se termina el colegio secundario, se ingresa en una Universidad donde estudiás la carrera de “Abogacía”. Se termina y se tiene el título de Abogado. Habrá que matricularse en el colegio profesional donde se quiera ejercer y sanseacabó. Para ser juez, fiscal, escribano también hay que ser abogado (vaya confusión). Mejor dicho, esas tareas también necesitan de conocimientos sobre derecho y la única manera de acceder a ellos es estudiar abogacía por más que no vayan a ser efectivamente abogados.
- Resumido: los abogados estudian derecho en las universidades.
2) ¿Qué consejos dar a quien empieza a estudiar derecho?
Ésta nos llegó por mail; de varias personas.
Es difícil dar un consejo en la medida de que el estudio, la forma de transitar por la carrera y la energía que habrá de dedicársele a ello, es muy personal y variará de lector en lector. En mi caso, dos elementos son clave: (1) Método y (2) Espacio.
Sobre el método.
El consejo básico es preocuparse lo más rápido posible en encontrar un método de estudio. Una forma regular y pensada de recopilar, adquirir, razonar y —para qué negarlo— memorizar información.
Si bien no todas las materias son iguales (no es lo mismo una materia práctica que una exclusivamente teórica), lo cierto es que todas tienen elementos en común: 1) Un material bibliográfico básico, 2) Clases que complementan ese material y 3) Exámenes que [se supone que] ponen a prueba qué conocimientos incorporamos en el curso.
De esos tres elementos tiene que surgir un método; muchas veces lo traen incorporado del colegio, otras veces hay que ir probándolo y ensayándolo hasta pulirlo.
Hay que saber elegir el material, reconocer qué clases sirven y cuáles no, y finalmente saber prepararse para un examen.
Lamentablemente en derecho (y es hasta triste escribirlo) un gran porcentaje de los exámenes son grandes desafíos mnemotécnicos y poco dejan para el raciocinio, la opinión personal y la creatividad.
Las escuelas de derecho se siguen alimentando de la máxima que dice que saber las leyes es saber derecho. Ergo, el curso tratará sobre qué dice la ley y la jurisprudencia sobre un fenómeno o instituto (v.gr. “contratos”, “derechos reales”, etc.) y el examen será reproducir aquéllos datos conforme preguntas que no van más allá de pedir la literalidad de la norma o del fallo en cuestión.
Mi caso particular. El falso profesor. En mi caso, siempre tuve un método cuya eficiencia nunca dejé de poner en tela de juicio, aun que me dio muy buenos resultados. Me conseguía la obra cabecera de la materia, el programa de estudio del curso, y hacía (hago, no sé por qué uso el pretérito) mis propios resúmenes en la computadora: unidad por unidad. No es raro que me quede el resumen más largo que el material original (dado que uno suma, fallos, explicaciones propias, opiniones de otros autores, etc.).
Siempre intenté que una o dos semanas antes del examen, tuviera ya todo resumido (los docentes avisan con tiempo, por lo general, hasta qué unidad o tema se toma en el examen). O sea que de la etapa de buscar-leer-interpretar-resumir, paso a la etapa de “fijar”. Fijar es la peor etapa: memorizar.
Para eso uso un método que siempre me ha servido mucho: doy clases al aire. Me explico: imaginemos que tengo un resumen de la unidad “condominio” en la materia derechos reales; lo que hago es tomar una o dos hojas de mi resumen (hojas A4), las leo en voz alta, giro la silla y me pongo a hablarle a la pared sobre lo que acabo de leer, tal como si estuviera rindiendo un oral frente a un trío de profesores de mala cara.
Si estoy muy aburrido, tal vez haga lo mismo caminando por la habitación e imaginando que estoy dando clase. Ambas situaciones —por payasezcas que parezcan— tienen el elemento en común de no dar margen para el titubeo, el discurso vacilante o confuso. Por el contrario, al dar oral o enseñar, hay que ser claro, conciso, dubitando lo menos posible. Eso me “fuerza” indirectamente a leer de reojo la hoja cuando no estoy seguro de algo y seguir avanzando. Al cabo de unos minutos de hablar, me doy cuenta que esas páginas que le charlé a la pared ya están aprendidas y puedo explicarlas perfectamente en un examen.
Con el pasar de las horas iré avanzando con más páginas y unidades. Al día siguiente repaso lo ya visto y sigo avanzando. Los últimos días intento que sólo sea repasar y lograr seguridad para sentarme a escribir o dar oral.
Siempre trato de hacer un uso meditado del tiempo y de los descansos. El tiempo de estudio sigue el principio de la utilidad marginal decreciente. Por más que querramos estudiar mil horas seguidas, llega un punto donde nuestra capacidad de incorporar y razonar empieza a decrecer hasta que ya estamos zombis; hay que parcelar bien el tiempo y hacer pausas de tanto en tanto para distraerse.
Es verdad que con el paso de los años, y dado que siempre trabajé mientras estudiaba, uno empieza a tener menos tiempo y el método se va haciendo cada vez más complicado de seguir. Pero la mayoría de las materias, las más complicadas y largas las hice de esta forma y tuve muy buenos resultados.
Una externalidad ciertamente positiva de mi método es que mi oratoria mejoró mucho y no tengo el más mínimo nervio cuando me siento a dar un oral. Más aun, como persona que escribe muy lento con lapicera, prefiero siempre dar oral antes que escrito.
En suma, no sé si es un buen método, pero a mí me funcionó maravillas. Es el que creé y que me funciona. Otros fotocopian el libro y marcan con colores; luego repasan y ya están listos. ¡Los envidio! Mi memoria apesta, por lo que necesito todo aquello otro que expliqué para poder comprender, adquirir y memorizar información.
Sobre el espacio
Uno no siempre vive en lugares que nos brindan la soledad, tranquilidad, silencio y paz que el estudio merece. Pero creo que en lo posible hay que tratarse de hacer un lugar de estudio cómodo. Si es allí donde van a pasar horas y horas de sus días por varios años, es mejor que sea un lugar donde nos guste estar, donde estemos cómodos.
3) ¿Gastar plata en libros?
Los libros jurídicos son carísimos. Incluyendo los que están destinados a un público estudiantil. Peor aun, incluyendo muchos de los que, escritos por profesores educados y educadores en universidades públicas, están dirigidos a estudiantes universitarios.
Estudiar aun de fotocopias sale caro. Estudiar es carísimo. En los casos en que no hay posibilidad alguna, nada hay para discutir, puesto que comprar los libros originales no es opción.
Ahora, también es cierto que los alumnos suelen tener un dinero disponible pero sus decisiones de consumo se orientan en otros sentidos, muy loables por cierto (v.gr. joda los fines de semana, ropa, hobbys, etc.).
Por eso, en los casos donde hay una plata que podría ser asignada a bibliografía original, yo sí recomiendo comenzar desde el vamos, a adquirir material. Ir armando la bibliotequita desde que se comienza la carrera. Es la mejor opción, si es que ello es posible, insisto.
Los libros van en la columnita de las inversiones, no de los gastos. Son un capital y no duden un segundo que al terminar la carrera le van a sacar provecho. De no hacerlo, tienen buen valor de reventa y pueden liquidarlos para recuperar algo de lo que invirtieron.
En mi caso opté por ir comprando de a muy poquito. Haciendo gastos en la medida que mi limitadísimo presupuesto me lo permitía. En cada curso —que me reportaba cierto interés— me tomaba el trabajo de averiguar cuál era la obra que cumplía con al menos dos requisitos: completa y actual. Elegí Pizarro-Vallespinos en obligaciones, Mariani de Vidal en reales, fui con Quiroga Lavié en Derecho Constitucional, con Richard-Muiño en sociedades, Alterini en contratos, Cassagne en Administrativo, y un largo etc. Con el pasar del tiempo el ojo se pone más crítico; uno comienza a animarse a criticar a los autores (sí, el ser alumno no es impedimento para ello) y se va dando cuenta que algunos libros no son lo que parecían o que tal vez había mejores opciones antes que el elegido.
Estuve siempre atento a mercados de libros; librerías de usados; ciertos puestitos en ciertas plazas en ciertas zonas tribunalicias de capital (ejem); deremate.com., etc. Donde veía libro barato, bueno y tenía alguna monedita, lo adquiría. Es cuestión de estar atento e interesarse en el tema. Además, no siempre compro libros jurídicos “de los cursos”. Muchos son cuestiones ajenas a las materias, pero que me reportan interés (Filosofía del derecho, teorías de la argumentación, teoría general del derecho, análisis económico del derecho, etc.) .
La clave, entonces, es ir de a poco, comprando lo que se pueda y siempre que la compra sea a consciencia. Reconociendo que es probable que haya alguna plata asignable a libros y cuesta dejar de gastar en eso otro para invertir en el estudio. No deja de ser una decisión personal.
Después de 4 años en la facultad, miro la biblioteca y veo montones de libros. La suma de dinero que representan es sideral. Por eso nunca se crean la auto-mentira de “cuando me reciba y vea un pesito, me empiezo a comprar libros”. No, no van a poder comprar todo junto; peor aun: para ver algún mango, van a necesitar de esos libros cuya compra fueron postergando.
Al entrar al poder judicial, por la tarea que me tocó hacer, los libros fueron mi herramienta principal. Sin ellos, estaba frito.
5) ¿Qué cursos elegir?
Hay que tener en cuenta que estudiar sale caro. El estudio es una inversión de mucho tiempo y mucho dinero (el costo de oportunidad de cinco años de estudio donde asignamos todo nuestro tiempo y dinero a una carrera, es ENORME). Bien podríamos conseguir un trabajo de buena paga y tener mucha plata en el bolsillo. Pero no, preferimos estudiar.

Esto ya lo hablamos acá al preguntaron si la carrera era fácil o no. Bueno, complementamos lo que allí dijimos. Si uno va por la vida averiguando en foros, centros de estudiantes o pasillos cuáles son las materias fáciles, robables, aquélla con las que rápidamente podemos zafar, lo cierto es que estamos tomando la peor y más ineficiente decisión sobre qué hacer con nuestros dos recursos escasos: el tiempo y la plata.
El teorema del estudiante medio debería ser “lo que no estudiás hoy por vivo, lo vas a tener que estudiar mañana”. Si bien es verdad que cuarenta “cuatros” pueden hacer un abogado recibido (en un gran porcentaje de las universidades de nuestro país), lo cierto es que pasar por la facultad raspando pésimas notas y sin aprender absolutamente nada, nos va a generar la necesidad de que al momento de tener que trabajar, haya que estudiar —o aprender— todo de nuevo.
De lo que digo no debe hacerse el argumento a contrario que significa que si uno estudia y saca lindas notas, cuando termina la facu sabe todo y es un genio. Para nada. Mi argumento no debe ser reducido al absurdo. Lo que digo es que de alguna u otra manera la falta de dedicación tiene un efecto directo en el conocimiento general que se tiene del derecho cuando uno termina la carrera y tiene que salir a trabajar.
Es más, el promedio y el analítico con las notas que uno obtuvo en cada uno de los cursos es carta de entrada para las becas, concursos de oposición y antecedentes para cargos docentes, y —obviamente— para entrar a un trabajo “abogadil”. Las notas son mentirosas y no son indicadores directos de la realidad. Pero son indicios de que la persona algún esfuerzo hizo y eso, algún resultado ofreció.
Como me dijo un abogado y docente: “entre dos desconocidos que entrevisto, uno con promedio 4.90 y el otro 7.60, ¿a cuál elegirías?”.
- Resumiendo: elegir cursos donde se aprenda y cuidar las notas. Cuidado con la radio pasillo y el chusmerío. Generalmente es errado, impreciso y guía de pésimas decisiones.
La seguimos en los comments y en futuros faq´s.